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cambios en perspectiva, pensó esperanzado Chimal mientras se apeaba del coche ala
entrada del tnel ms cercano alas habitaciones del Maestro Observador. Las salas
estaban vacas.
Las habitaciones del Maestro Observador tambin estaban vacas. Chimal entró, las
escudrió, luego se dejó caer cuan largo era sobre la cama.
-Volver pronto. Lo mejor que podemos hacer es esperarlo aqu.
Poco ms poda hacer l, fsicamente, en aquel momento. Las drogas contra el dolor le
daban sueo y no se atreva a tomar ms. La Vigilante Steel estaba sentada en una silla,
las manos cruzadas en el regazo, esperando pacientemente la palabra directora que
suprimira sus problemas. Chimal dormitaba, despertaba con un sobresalto, luego volva a
dormitar. La cama y el calor de la habitación secaron sus ropas y lo peor del sufrimiento
menguó. Se le cerraron los ojos y, a su pesar, durmió.
La mano sobre su hombro le sacó del profundo pozo del sueo del que no quera salir.
Solamente cuando le volvió la memoria, luchó contra l y se forzó a abrir los prpados.
-Se oyen voces afuera -dijo Steel-. El vuelve. No es conveniente que te encuentre aqu,
acostado as.
No es conveniente. No es seguro. No iba a dejar que le arrojaran gas y lo apresaran de
nuevo. Sin embargo, necesitó toda la voluntad y la energa que le restaban para erguirse,
ponerse en pie, apoyarse en la mujer y llevarla al extremo ms alejado de la habitación.
-Esperaremos aqu en silencio -dijo, mientras la puerta se abra.
-No me llamis hasta que la mquina est levantada, pues -dijo el Maestro Observador-
. Estoy cansado y estos das me han quitado aos de vida. Tengo que descansar.
Mantened la niebla en el extremo norte del valle para el caso que alguien pueda ver.
Cuando la gra est preparada uno de vosotros bajar con ella para conectar los cables.
Hacedlo vosotros, yo tengo que descansar. Cerró la puerta y Chimal avanzó y le puso
ambas manos sobre la boca.
7
El viejo no luchó. Sus manos se balancearon inertes por un momento y volvió los ojos
hacia arriba para mirar a la cara de Chimal, pero fuera de esto no protestó. Aunque se
tambaleaba con el esfuerzo, Chimal sujetó al Maestro Observador hasta que estuvo
seguro de que los hombres de afuera se haban ido, entonces lo soltó y le sealó una
silla.
-Sintate -ordenó-. Todos nos sentaremos porque ya no puedo aguantar ms de pie.
Se dejó caer pesadamente en la silla ms próxima y los otros dos, dócilmente casi,
obedecieron su orden. La mujer esperaba instrucciones; el anciano estaba casi destruido
por los sucesos de los das precedentes.
-Mira lo que has hecho -dijo el Maestro Observador speramente-. El mal que has
cometido, los daos, las muertes. Ahora, qu mal mayor ests proyectando...?
-Chitón -dijo Chimal, llevndose el dedo a los labios. En aquel momento se senta
vaciado de todo lo vital, incluso de odio, y su calma aquietó a los otros. El Maestro
Observador calló. No haba usado su crema depilatoria y sus mejillas estaban cubiertas
de un rastrojo gris.
-Escucha atentamente y comprende -empezó a decir Chimal, en voz tan baja que
tuvieron que esforzarse para orlo-. Todo ha cambiado. El valle no volver a ser nunca el
mismo. tienes que comprender esto. Los aztecas me han visto montado sobre una diosa,
han descubierto que no todo es como siempre haban credo que era. Coatlcue no podr
nunca volver a andar para imponer el tab. Nacern hijos de padres de diferentes aldeas,
sern los llegados... pero no tendrn una llegada. y tu gente de aqu, qu? Saben que
algo est terriblemente mal, pero no saben qu. Debes decrselo. Debes hacer la nica
cosa posible, y esta es dar vuelta a la nave.
-Nunca! -La cólera puso al hombre de pie y el eskoesqueleto ayudó a sus dedos
nudosos a cerrar en puos-. La decisión est tomada y no puede cambiarse.
-Qu decisión es esa? -Los planetas de Próxima Centauri no eran convenientes. Ya te
lo dije. Es demasiado tarde para volver atrs. Seguimos adelante.
-Entonces, hemos pasado Próxima Centauri? El Maestro Observador abrió la boca...
Luego la cerró de nuevo al comprender la trampa en que haba cado. La fatiga le haba
traicionado. Miró a Chimal, luego a la mujer.
-Sigue -le dijo Chimal-. Termina lo que ibas a decir. Que t y los otros observadores
habis trabajado contra el plan del Gran Diseador y nos habis desviado de nuestra
órbita. Dselo a esta muchacha, para que pueda decirlo a los dems.
-Esto no es asunto tuyo -dijo bruscamente el viejo a Steel-: Vete y no comentes lo que
has odo aqu.
-Qudate -dijo Chimal, empujndola de nuevo en el asiento del que empezaba a
levantarse ante la orden-. Han de venir ms verdades. y quiz dentro de un rato el
observador comprender que te necesita aqu, donde no puedes decir a los otros lo que
sabes. Despus, ms tarde, pensar en la manera de matarte, de mandarte al espacio.
Tiene que guardar secreta su culpa porque si se descubre queda aniquilado. Vira la nave,
viejo, y realiza una sola cosa buena en tu vida.
La sorpresa se haba desvanecido y el Maestro Observador tena de nuevo el dominio
de s mismo. Tocó su deus e inclino la cabeza.
-Finalmente he comprendido lo que eres. Eres el mal como el Gran Diseador es el
bien. Has venido a destruir, y no lo logrars. Lo que eres...
-No sirve -interrumpió Chimal-. Es demasiado tarde para dar calificativos injuriosos o
para arreglar esto por medio del insulto. Yo te presento hechos... y te pido que te atrevas
a negarlos. Obsrvalo bien, Steel, y escucha sus respuestas. Primeramente te afirmo que
ya no vamos en camino de Próxima Centauri. Es esto un hecho?
El anciano cerró los ojos y no contestó, luego se encogió en la silla, asustado, cuando
Chimal se puso en pie de un salto. Pero Chimal pasó a su lado, sacó el libro
encuadernado de rojo del estante y lo dejó caer, abierto. [ Pobierz całość w formacie PDF ]

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