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ARGAN (A Angélica, que va a salir.) -Escúchame bien: o te ca-
sas con el señor dentro de cuatro días o entras en un convento. (A Beli-
sa.) No te sofoques, que ya le ajustaré las cuentas.
BELISA. -Siendo mucho dejarte, hijo mío, pero tengo que salir a
un asunto que no admite excusa. Volveré corriendo.
ARGAN. -Anda, amor mío; y de camino pásate por casa del nota-
rio y dale prisa para que haga lo que ya sabes.
BELISA. -Adiós, chiquitín.
ARGAN. -Adiós, chacha... He aquí una mujer que me adora hasta
lo increíble.
DIAFOIRUS. -Con vuestro permiso nos retiramos.
ARGAN. -Antes os ruego que me digáis cómo estoy.
DIAFOIRUS (Tomándole el pulso.) Vamos, Tomás, tómale la
otra mano y veamos si sabes hacer un diagnóstico por el pulso. ¿Quid
dicis?
TOMÁS. -Dico que el pulso del señor es el pulso de un hombre
que no está bueno.
DIAFOIRUS. -Bien.
TOMÁS. -Que está duriúsculo, por no decir duro.
DIAFOIRUS. -Muy bien.
TOMÁS. -Agitado.
DIAFOIRUS. -Bien.
TOMÁS. -Un poco desigual.
DIAFOIRUS. -Óptimo.
TOMÁS. -Lo cual produce una intemperancia en el parénquima
esplénico; es decir, en el bazo.
DIAFOIRUS. -Muy bien.
ARGAN. -No. Purgon dice que mi enfermedad está en el hígado.
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DIAFOIRUS. -¡Claro! Quien dice parénquima, lo mismo dice hí-
gado que bazo, a causa de la estrecha simpatía que los une, ya por el
vaso breve, por el píloro y, frecuentemente, por los conductos colido-
cos. Os habrá prescripto, sin duda, que comáis mucho asado.
ARGAN. -No; nada más que cocido.
DIAFOIRUS. -Sí.... asado y cocido vienen a ser lo mismo. Todas
las prescripciones están muy atinadas. No podíais haber caído en mejo-
res manos.
ARGAN. -Y decidme, señor: ¿cuántos gramos de sal deben
echarse en un huevo?
DIAFOIRUS. -Seis, ocho, diez...; siempre números pares; al re-
vés que en los medicamentos, que siempre son impares.
ARGAN. -Hasta la vista, señor.
ESCENA VII
ARGAN y BELISA
BELISA. -Hijo mío, vengo, antes de marcharme, a prevenirte una
cosa. Ahora mismo, al pasar por delante de su alcoba, he visto a Angé-
lica con un hombre que ha huido al verme.
ARGAN. -¡Mi hija con un hombre!
BELISA. -Sí. Luisa estaba con ellos y te lo podrá contar todo.
ARGAN. -Mándamela aquí, amor mío. ¡La muy sinvergüenza!...
¡Ahora me explico su negativa!
ESCENA VIII
ARGAN y LUISA
LUISA. -¿Qué queréis, papá?
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ARGAN. -Ven acá. Acércate. Levanta los ojos y mírame a la ca-
ra. ¿A ver?
LUISA. -¿Qué, papá?
ARGAN. -¿No tienes nada que contarme?
LUISA. -Os contaré, para entreteneros, el cuento de la piel del
burro o la fábula del cuervo y la zorra, que he aprendido hace poco.
ARGAN. -No es eso lo que quiero.
LUISA. -¿Qué es entonces?
ARGAN. -De sobra sabes tú, granuja, a lo que me refiero.
LUISA. -No sé.
ARGAN.-¿Es esta tu manera de obedecerme?
LUISA. -¿En qué?
ARGAN. -¿No te encargué que vinieras inmediatamente a con-
tarme todo lo que vieras?
LUISA. -Sí, papá.
ARGAN. -¿Y lo has hecho?
LUISA. -Sí, papá. Cuando he visto algo, he venido a contároslo.
ARGAN. -Y hoy, ¿no has visto nada?
LUISA. -No, papá.
ARGAN. -¿No?
LUISA. -No, papá.
ARGAN. -¿Seguro?
LUISA. -Seguro.
ARGAN. -Está bien; yo te haré que veas algo. (Coge unas disci-
plinas)
LUISA. -¡Papá, papá!
ARGAN. -¡Farsante!... ¿No quieres decirme que has visto a un
hombre en la alcoba de tu hermana?
LUISA. -¡Papá!
ARGAN. -Yo te enseñaré a mentir.
LUISA. -(Echándose a los pies de su padre.) Perdón, papá, per-
dón. Mi hermana me rogó que no os dijera nada; pero yo os lo contaré
todo.
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ARGAN. -Primero te tengo que azotar por haberme mentido;
después, ya veremos.
LUISA. -¡Perdón, papá!
ARGAN. -No.
LUISA. -¡No me azotes, papaíto!
ARGAN. -Ahora lo verás.
LUISA. -¡Por Dios, papá!
ARGAN. - (Sujetándola para zurrarle.)¡Vamos, vamos!
LUISA. -¡Me habéis herido!... ¡Me muero! (Cae, haciéndose la
muerta.)
ARGAN. -¿ Qué es esto?... ¡Luisa!... ¡Luisa!... ¡Dios mío! ¡Luisa,
hija mía!.. ¡Ah, desventurado, que acabas de matar a tu hija! ¿Qué has
hecho, miserable? ¡Malditas disciplinas!... ¡Hija mía, Luisa!
LUISA. -No lloréis, papá, que no estoy muerta del todo.
ARGAN. -¡Hay mayor trapacería!... Te perdono por esta vez, pe-
ro me has de contar lo que has visto.
LUISA. -Sí, papá.
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